/

Monica Ferrando, La Biblia denegada

Traducción de Gerardo Muñoz

Comenzar
516 visitas

Nota de contexto. Alfredo Cospito fue detenido por primera vez en la década de 1990 por oponerse frontalmente al servicio militar y civil; luego, en 2014, fue condenado a 9 años por dispararle a las piernas al director de energía atómica más importante de Italia, poco después del desastre de Fukushima. Posteriormente recibió una sentencia adicional de 20 años de prisión por el ataque de 2006 contra la escuela Carabinieri de Fossano (CN). Tras una sentencia del Tribunal de Casación, que clasificó este delito como acto terrorista «dirigido a socavar la seguridad del Estado» (art. 285 del Código Penal), el Tribunal Penal de Apelación de Turín dictó sentencia contra la cadena perpetua, por lo que remitió los autos a la Corte Constitucional para establecer la compatibilidad entre la cadena perpetua y un atentado sin víctimas. El 5 de mayo de 2022, el anarquista fue sometido al régimen penitenciario 41-bis en la prisión de máxima seguridad de Bancali (SS) en Cerdeña. Y el 20 de octubre de 2022 Cospito inició una huelga de hambre contra las condiciones del régimen del 41-bis. Varios grupos anarquistas han expresado su apoyo, mientras que algunos intelectuales y juristas italianos le han pedido al Ministerio de Justicia que revoque la medida alegando, además de razones humanitarias, la «desproporción entre los delitos cometidos y las penas infligidas». El abogado de Cospito había apelado la pena de prisión del 41-bis, que sería luego rechazada por la Corte de Casación el 24 de febrero de 2023. Ya el 19 de diciembre de 2022, el tribunal de vigilancia de Roma rechaza la solicitud, como antes la había rechazado el ministro de Justicia Carlo Nordio, argumentando en el fallo «la existencia de la peligrosidad social del anarquista, que se ha mantenido sin cambios y se arriesga de que pueda comunicarse con el exterior”. Una solicitud de cumplimiento de la pena en prisión domiciliaria (suspensión efectiva del régimen 41-bis) también fue rechazada el 27 de marzo de 2023. El 30 de enero de 2023, el preso fue trasladado a la prisión de Opera. Esta detención se intercaló con períodos de hospitalización en el pabellón penitenciario del hospital San Paolo de Milán debido a las precarias condiciones de salud derivadas de la huelga de hambre. El abogado de Cospito presentó una petición ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, y el 1 de marzo de 2023, pendiente de una decisión sobre el fondo, el Comité le exigió al gobierno italiano que adoptara «medidas cautelares temporales» de mitigación del 41-bis en favor del reo.


En Italia, país de tradición y religión tanto cristiana como judía –en efecto, la comunidad judía de Roma es más antigua que la cristiana–, gobernada durante más de cincuenta años por un partido democrático que utilizaba el adjetivo “cristiano”; un preso en agonía, con la mitad de sus extremidades paralizadas tras el ayuno que libremente se infligió para denunciar las condiciones inhumanas a las que él y muchos otros se encuentran sometidos (el 41bis), se le ha negado la lectura de la Biblia.

Al igual que los jueces que recientemente negaron el arresto domiciliario a un moribundo, la censura penitenciaria también ha sido férrea: los presos del régimen 41bis no pueden recibir libros como obsequios, ni siquiera de abogados o familiares. La única forma es encargarlos a través de la dirección penitenciaria, que se reserva el derecho de autorizar la elección de un máximo de tres ejemplares. Ahora ni siquiera pueden recibir el libro de libros. Y ni siquiera si me encuentro en agonía.

Está claro que todo anda como “debe” andar. Habrá noticias. Luego comentarios rituales, dictados por un sentido lastimado de la justicia y un desánimo impotente. Incluso apenas habrá comentarios de quienes se encierran en una profecía de diez años de nihilismo, o de los que llevan de armadura el rigor mortis de la dura lex sed lex para acoplar –aunque no sabemos cómo– la fuerza de ley con la del “amor”, sustancia de la religión profesada en este país en sus más altas esferas. Sin embargo, no encontramos rastro alguno de este “amor”, compuesto de libertad, justicia y paz, en la política jurídica. Solo unos pocos filósofos se atreven a hablar de ello, pero la clase política no se inspira en estas voces, comprometida como está con seguir un manual de supervivencia que no deja salida a variaciones dictadas por la conciencia. ¿Existe aún la conciencia? El manual político-administrativo de supervivencia en vigor, aconseja deshacerse de él como un fármaco caducado de humano demasiado humano, arrojándolo a las posverdades indiferenciadas. No parece haber resistencia a seguir la orden: primero autoconservación, y después todo lo demás. ¿Estamos realmente seguros de que no estamos restringiendo el principio biológico de autoconservación más allá de cualquier límite permitido? ¿Estamos convencidos de que no estamos haciendo de ella la legitimación naturalista del interés, ya sea de tipo egoísta, de casta, o parroquia? Sin perturbar a ejemplos de altura –de Simone Weil a Edith Stein, de Salvo D’Acquisto a Dietrich Bonhoeffer– quedémonos con el más obvio y conocido: los partisanos. Si ellos hubieran apelado al principio de autopreservación, entonces no habría habido resistencia.

¿Dónde encontramos, ahora, algo parecido a este desinterés que coincide plenamente con el deber-ser? En este momento sólo lo hallamos en las últimas declaraciones de Alfredo Cospito del 14 de marzo: “Nunca pensé llegar a este punto, siempre me ha parecido ridículo el melodrama, amo más la comedia, pero así ha sido. Después de todo, ¿somos o no somos el país del melodrama? Y así tengo que terminarlo por todo lo alto. Pero si lo pienso, hay algo de irónico: soy el único idiota que muere en Occidente democrático porque se le impide leer y estudiar lo que él quiere”. Más que irónico: la idea de Cospito del ayuno había venido de quien él mismo llama “su instigador”; esto es, el Procurador General, quien antes de serlo había declarado por escrito: “Nuestro ordenamiento jurídico ha introducido esa figura del mortuorio aislamiento que es el 41 bis, y que en algunos aspectos es más incivilizado que incluso la mutilación farmacológica. Es decir, nuestro sistema ya no brilla con la civilización” (Carlo Nordio, 28 de marzo de 2019).

Y ahora, ¿cuándo se trata de respaldar las declaraciones con los hechos? Cospito continúa con serenidad, lo que implica una confrontación política formal que va mucho más allá de su propia posición personal, puesto que pone en entredicho las propias bases del ordenamiento jurídico, que han terminado por autorizar precisamente aquello contra lo que tenían que defender: la represión del autoritarismo que en Italia se sufrió durante el fascismo. Otra vez, las palabras de Cospito: “Quería explicar el sentido de mi tenacidad contra el régimen 41 bis. Creo que algunos juristas lo han entendido, pero muy pocos lo han comprendido: el 41 bis es una metástasis que amenaza y de hecho está socavando vuestro llamado estado de derecho, un cáncer que en una democracia un poquito más totalitaria –con el gobierno de Meloni estamos cerca– puede servir para reprimir, silenciar con terror cualquier disidencia política, cualquier tipo de extremismo hipotético. El tribunal que decide sobre la condena a la mordaza medieval del 41 bis es muy similar al tribunal especial fascista: sólo podré salir de este círculo dantesco si reniego de mis convicciones políticas, de mi anarquismo, sólo si vendo a algún compañero o compañera. Siempre empieza por los gitanos, los comunistas, los antagonistas, los gamberros, los subversivos y luego por las izquierdas más o menos revolucionarias.  Cómo no iba a oponerme a todo esto, desde luego de forma desesperada, y para un anarquista, precisamente porque no tenemos una organización, la palabra dada lo es todo, así que seguiré hasta el final. Para concluir, como dijo el anarquista Henry si no recuerdo mal, antes de que le cortaran la cabeza: “cuando no me gusta el espectáculo tengo derecho a abandonarlo, saliendo y dando un gran portazo”. Lo haré en los próximos días, espero que con dignidad y serenidad, en la medida de lo posible”. (Videoconferencia, 14 de marzo desde 41bis).

La autoconservación no se niega, sino que se traduce en su única forma adecuada a la naturaleza humana: el cuidado de los demás en la misma condición de un amor desinteresado por la vida: “Un fuerte abrazo a Domenico, que en el 41 bis de Sassari ha iniciado su huelga de hambre con la esperanza de poder reencontrarse con sus hijos y seres queridos, con mi firme esperanza de que otros condenados al 41 bis rompan su resignación y se unan a la lucha contra este régimen que hace de la Constitución y del llamado -por lo que vale- Estado de Derecho papel mojado.  Abolición del régimen del 41 bis.  Abolición de la cadena perpetua.  Solidaridad con todos los presos anarquistas, comunistas y revolucionarios del mundo.  Gracias hermanos y hermanas por todo lo que habéis hecho, os quiero y perdonad esta terquedad ilógica mía. Nunca doblegado, siempre por la anarquía.  Viva la vida, abajo la muerte”.

¿Qué sentido tiene que un país que muestra tanta preocupación por la salud del Papa permita que su sistema penitenciario niegue a un preso moribundo el derecho a leer el libro al que el Pontífice le debe su magisterio?


Imagen de portada, Plan of Jeremy Bentham’s Panopticon penitentiary, Willey Reveley, 1719.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.