Conversaciones sobre un Chile que no fue es el muy apropiado título para esta recolección de diálogos que tienen lugar en un contexto de altas expectativas políticas, solo dos meses antes del primer plebiscito constitucional de salida. Como se sabe, el anhelo de una nueva carta fundamental se ve finalmente truncado en el doloroso proceso eleccionario que dictamina el rechazo del primer borrador y que además genera el inaudito escenario presente, en el que es probable que se imponga, en una nueva consulta de salida para un segundo borrador constitucional, un texto de marcado carácter individualista y conservador. Los diálogos recopilados en Conversaciones son, por tanto, para un tiempo que no fue –podríamos decir desde la filosofía–, ni podrá ser, por lo pronto, en un horizonte cercano.
El foro realizado entre mayo y julio de 2022 en el que tuvieron lugar dichas conversaciones fue organizado por el Magíster en Ética y Formación Ciudadana (MEFC) de la Universidad Católica del Maule y por el académico Javier Agüero quien posteriormente compila sus resultados, entregándonos este libro que puede ser hoy leído no solo en clave testimonial sobre un fracaso que para algunos ya aparecía en el horizonte, mientras que para otros era aún imprevisible, sino que también y de manera mucho más relevante como el signo de una historia que deberá esperar nuevos tiempos para poder dar sus frutos.
El libro de Agüero recoge las participaciones de Kathya Araujo, Manuel Canales, Rossana Cassigoli y Alberto Mayol, completando su edición con un prólogo (Rodrigo Karmy), así como notas y epilogo redactados para su publicación. Debe ser señalado que el libro puede ser adquirido de modo gratuito en su versión digital puesta a disposición en la página web de Ediciones UCM. Uno de los puntos fuertes del libro consiste en el trabajo bibliográfico que acompaña cada uno de los diálogos con lo cual el lector es invitado a adentrarse también en las obras que prestan sustento teórico a las conversaciones.
La pregunta ante este esfuerzo editorial es obvia: ¿Por qué leer este libro en un momento en que la situación inicial de esperanza ha dado paso a un escenario que parece ser aún más descorazonador incluso que aquello que se pretendió transformar?
El epilogo de Agüero nos da una pequeña pista sobre esto: “El no fue es indeterminación radical que, aunque pareciera jamás rozar el tiempo-ahora, será promesa de que algo puede llegar a ser, justa y precisamente, porque no fue.” (77). Vale decir que aquello que se cierra no desaparece para siempre, sino que permanece latente a la espera de ser redescubierto.
Si bien esta apreciación pudiese ser tildada de ilusa o de vano consueloante el duelo del fracaso y del desperdicio histórico, es posible –a pesar de la justa sospecha– desplegar tres observaciones para sustentar una lectura fructífera de este libro, en base a la temporalidad que menciona Agüero.
La primera observación guarda relación con el hecho de que ninguno de los invitados al ciclo despliega su propio análisis desde el convencimiento absoluto que el cierre aprobatorio del primer proceso constituyente curaría completamente a un país que parece desangrarse desde ya hace mucho tiempo por heridas demasiado profundas e incluso a veces no visibles. Esa nueva constitución se ofrecía al momento de estas charlas como una “arquitectura posible” (Araujo, 33), para curar lo que Mayol llamará “la rotura de todos los tejidos en la sociedad.” (15), esto es, como un punto de partida o quizás como la demostración primera de que la esfera política tenía el poder para desplegar su propia transformación y que aquello que llamamos pueblo estaba a la altura de sus propios retos y necesidades. No prima por tanto entre los invitados una inocencia política que haya, más de un años después, envejecido de mala manera. Lo que abunda en estas conversaciones es más bien un análisis amplio de la situación social de Chile que vale sin duda de igual modo para nuestros días y probablemente también para aquellos por venir.
El segundo elemento al que quisiera volver en estas breves palabras es el siguiente: el fracaso del proceso constituyente no implica que la necesidad de una profunda transformación del modo en que nos relacionamos como colectivo y la forma de nuestra pertenencia al espacio público haya perdido su fuerza. La necesidad, la obligación que el quiebre del 18 de octubre del año 2019, incluso cuando hoy se lo ha reducido a su mera dimensión delincuencial, revela un hecho que permanece necesariamente en el tiempo sin decaer. Tal como asevera Cassigoli, la actuación del estallido “es la de una acumulación emocional de consciencia intuitiva, que se manifiesta en el regreso intenso de las convicciones, esas fuertes convicciones valorativas que tienen que ver incluso con la bondad y la solidaridad. La memoria está presente como un combustible que permite esta exteriorización del sentimiento, cuyo origen es también heterogéneo” (72), por lo que debemos entender que habitamos aún un estallido que ha dado una señal que no encuentra un receptor que la traduzca, pero que no por ello se diluirá o desaparecerá.
Si se nos obligara a dar un veredicto resolutivo, habría que decir, en esta línea, que el triunfo de la ultraderecha delirante de Kast en el segundo proceso constituyente, así como otros eventos de evidente decadencia política, no son un giro en contra del estallido, sino que más bien la prueba fehaciente de la verdad y urgencia de su mensaje.
Esto me lleva a una tercera observación de carácter filosófico. El filosofo Walter Benjamin, heredero de una tradición llena de fracasos, que se manifiestan finalmente y de manera dramática en su propia vida y muerte, acuña el término “historia de los oprimidos” y nos dice sobre ella que esta está caracterizada por la discontinuidad. La idea de la discontinuidad es de alto valor para entender la necesidad de la tarea de rescatar estos diálogos, como lo ha hecho Agüero. Lo discontinuo hace referencia, precisamente, a aquella manifestación de la necesidad de justicia y reivindicación que queda finalmente sin volverse un camino histórico concreto, que queda truncada y finalmente parece olvidarse, esto es, hundirse en el acontecer lineal de la historia. Por esta razón la linealidad sería el carácter histórico del opresor para el pensador judío-alemán. Lo discontinuo no tiene solo el carácter de aquello que finalmente no toma forma, sino que, principalmente, de aquello que persiste, quizás más bien, subsiste en la historia y que puede ser, en el tiempo adecuado, rememorado, no ya como un simple recuerdo, sino como una posibilidad cierta de futuro. El esfuerzo de proteger estos diálogos sobre un Chile que no fue, es un acto de resguardo para la rememoración que abre futuro activando la exigencia de justicia cuando el tiempo oportuno se abra nuevamente.