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Desbordamientos contra lo social: la situación en Francia. Un intercambio con algunos amigos franceses del complotismo

Diálogo por Gerardo Muñoz

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¿Qué ocurre en Francia desde la implementación del decreto de las pensiones de Macron? ¿Qué relación existe entre este ciclo y el momento de los chalecos amarillos, cuya rabia cuestionaba la centralización del poder metropolitano? ¿Qué balance podemos hacer de los movimientos ecológicos que han logrado generar una movilización sin precedentes en la juventud francesa? ¿Qué hacer con la desmovilización; esto es, una vez que los cuerpos se repliegan a una dimensión dócil – ya sea por derrota, represión, o estancamiento – amparada en la consolación reflexiva sobre lo acontecido? Hacerse cargo de estas preguntas en torno al actual momento de insurgencias en Francia es una ardua tarea. Y mucho más si queremos ganar distancia ante las viejas formas de la gramática del orden político. Para matizar algunas de estas cuestiones, hemos tenido un intercambio con algunos amigos franceses quienes han estado viviendo la situación desde la heterogeneidad de los territorios – allí donde la única certeza es el eclipse de lo Social. Más que hipótesis elaboradas sobre los presupuestos del saber sociológico o del espesor del concepto, los amigos franceses, en el mejor espíritu de Cézanne, ofrecen el relieve ‘tozudo de las cosas que están ahí’. No es mucho, pero es lo único que permite avanzar: un ejercicio fenomenológico puntual que habilita una mirada profunda, una analítica de la estrategia, y un augurio por la vía del éxodo.


1. Me parece que una posible entrada a lo que ocurre en Francia pasa por cómo describir el despliegue de los poderes y su eficacia concreta. Intentar una descripción de su mutación evitaría recaer en las viejas casillas analíticas modernas (la economía política, la clase, el Estado, la autonomía de la sociedad civil, las garantías del derecho, etc.). De manera que el colapso entre Estado y sociedad civil implica una conflagración irreversible de la crisis del Estado social. Estarían de acuerdo que la lucha en Francia no se da a favor de la restitución de un modo de socialización; sino, más bien, contra la hegemonización en torno a lo social…

En la situación actual, la ofensiva neoliberal se palpa más que nunca. Sí, debemos decir que el Estado social se encuentra en crisis y esta es su nueva forma. La república social como forma del compromiso histórico entre las fuerzas políticas y productivas del país hoy constituye una vieja ficción del siglo veinte, que se mantiene gracias a los cuadros políticos, la izquierda, los sindicatos, y las instituciones. Antes de implementar el artículo 49.3, la movilización tomaba la forma del movimiento social clásico en el que el gobierno y los sindicatos acordaban aniquilar cualquier forma de chaleco-amarillismo (giletjaunesque). Incluso la CGT intentó generar «desbordes internos» de este modo renovando las viejas formas trotskistas. El regreso de un mando conductor fue digerido por las autoridades como el dispositivo adecuado para solventar el orden. En cierto sentido, la implementación del 49.3 cambió la textura del movimiento, arrojando la forma clásica del movimiento social a la de huelgas salvajes contra la policía y el gobierno. Sin embargo, la sensación es que, ante estos desbordamientos, más deseosa en regresar a cierto espacio de la izquierda que en socavar lo social y la máquina gubernamental.  

2. Durante el ciclo de los Chalecos amarrillos se habló de una nueva textura de política experiencial para dar cuenta de su novedad inclasificable. ¿Existe un nexo entre el momento de los Chalecos amarrillos y la nueva secuencia abierta por el decreto de Macron?

Debemos decir que los Chalecos Amarillos como forma antisocial ha sido derrotada; convirtiéndose en un elemento más del movimiento social con cabeza de conducción y todo. Por otra parte, los gestos del movimiento en curso que intentan ir más allá de lo social son bastante marginales. Creemos que una nueva secuencia aparecerá mediante intentos que vuelvan imposible todo movimiento, incluso cuando éste aparezca en la forma sindicalista en compenetración con lo social. Para los sindicatos, la irrupción de los chalecos amarrillos encarna una tremenda inutilidad, ya que el corazón de las organizaciones es mantener el control para así neutralizar los desbordes contra lo social. Lo que debemos ser capaces de apreciar son aquellas formas que no se dejan capturar y que tácticamente se encarnan en las condiciones presentes, rechazando los automatismos de las luchas pasadas que ya no tienen asidero en la realidad.

3. En estos meses en Francia coexiste una diversidad de experiencias y desplazamientos territoriales que carecen de la articulación de un centro operativo, de una coordinación, de un programa, o de una bandera. Asumiendo esta irradiación de la escisión sobre los territorios, ¿cómo pensar las relaciones de luchas, estrategias, y prácticas desde su misma irreductibilidad?

Las manifestaciones muchas veces hacen replay de las formas clásicas de las protestas parisinas, a veces demasiado conocidas. La policía pudo poner en práctica varias técnicas de contención que, una vez más, revelaron la ineficacia de la protesta. En este contexto, hay una heterogeneidad de grupos y prácticas, pero esta heterogeneidad irrumpe siempre como exceso al movimiento. En algunas ciudades, el intento de empujar hacia una “ciudad muerta” ha tenido lugar, como por ejemplo en Rennes. Estos intentos desafortunadamente no pudieron dar con su propia temporalidad debido a las condiciones económicas y a la represión.

Las huelgas salvajes después de la ejecución del 49.3 fueron llevadas a cabo por la juventud urbana. Un cierto entusiasmo reapareció esta semana en varias metrópolis, al mismo tiempo que la policía se vio saturada ante el ritmo salvaje e informe de las acciones callejeras. Fuera de estas protestas, el nivel de confrontación mantuvo su prudencia, optando por prenderle fuego a basureros con scooters eléctricas. Debemos ver en todo esto la premisa de muchas otras cosas que pudieran acontecer. 

4. Lo ocurrido en Sainte-Soline demuestra la intensificación de los poderes policiales contra todo aquello que constituya desvío o que se muestre inconforme ante la racionalidad administrativa del mundo; una racionalidad que se inscribe en las dimensiones espaciales de la circulación, las infraestructuras, y los canales energéticos. Ahora bien, la violencia desatada contra la posibilidad de una autodefensa del territorio ha sido contundente de la mano de Gerald Darmanin. Esto reabre la que parece la vieja pregunta sobre la violencia…

Por un lado, Sainte -Soline fue el momento en el que el Estado reveló su verdadero giro autoritario. Una vez ahí se volvía incapaz de esconder su violencia detrás de un discurso performativo. Esta violencia se expresó en plena luz del día, donde no estaba en juego ni siquiera la justificación de “preservar el orden”. El Estado concibió la situación como una guerra contra la protesta. Y cada vez con mayor frecuencia la gente es testigo del ejercicio de la violencia en carne propia o que sufren sus amigos. Pero la violencia como acción táctica es algo que ha sido asumida en los últimos años por una creciente parte del movimiento. Cada vez se critica menos. El absolutismo del poder ha terminado borrando las posturas moderadas de muchos. Por otro lado, los movimientos ecologistas han capitalizado ante la presencia de gestos radicales que terminan por recrudecer sus posturas reformistas.  

Darmanin intenta construir la figura de una “ultraizquierda” que engloba todo, desde los black bloc hasta Jean-Luc Mélenchon. Él espera que esta figura monstruosa actúe para que los elementos del movimiento cometan un acto que obligaría a la disociación de partes del movimiento para así devolverle la simpatía general a la población. En cuanto al resurgimiento de estrategias revolucionarias, nuestra tarea es no ver más a la policía como un adversario, sino verla como lo que realmente es: un obstáculo. Lo que Sainte-Soline nos ha mostrado es que no se trata simplemente de aceptar la violencia, sino que debemos plantearnos la cuestión de qué tipo de violencia y de su utilidad operativa.

5. Una importante novedad es la fuerza del ecologismo en Francia; al menos fuerza para una movilización compacta y bien organizada. Esto es lo que pareciera representar la constelación de movimientos como Les Soulèvements de la Terre. Pareciera un movimiento que no tiene parangón fuera de Francia. ¿Cómo medimos su alcance y capacidad estratégica?

Los movimientos ecologistas internacionales suelen ser movimientos reformistas, en particular en el mundo anglosajón. Ya lo sabemos, la ecología es la nueva economía de mundo social. En Francia, Les Soulèvements de la Terre es una organización que alberga una serie de disputas prexistentes entre sus colectivos. La ambición de esta forma de organización en realidad es radicalizar a la juventud ecologista. Sin embargo, esta forma de lucha termina prisionera de una forma de activismo. Y, por lo tanto, atravesada por una aspiración vanguardista. De ahí la alegría que despierta en figuras como Andreas Malm, quien desea la universalización de esta forma de lucha. Nosotros permanecemos escépticos ante tal entusiasmo. Los movimientos ecológicos son ya una extensión de la izquierda. Y si alcanzan a movilizar ampliamente por un momento, el hecho de sus ambivalencias y contradicciones internas solo terminan por generar preguntas.

6. Desde un punto de vista organizativo, ¿qué nos dice la situación que acontece hoy en Francia? Ciertamente está la composición sindical, pero incluso esta forma política pareciera insuficiente ante la turbulencia que irrumpe y desata la anarquía de los fenómenos. Dado que tarde o temprano se entra en una instancia de desmovilización, ¿qué podemos decir sobre la organización en el curso de esta secuencia todavía abierta?

La unidad de los sindicatos durante esta secuencia no debe esconder su total impotencia a la hora de influir en los acontecimientos. Esto se evidencia en cómo las manifestaciones han terminado siendo gestionadas por las autoridades. Es siempre bueno recordar que la función de los sindicatos es siempre la de administrar la miseria, porque sólo esto justifica su existencia. Desde la reforma laboral y los chalecos amarrillos, la pregunta por la organización ha sido ferozmente reactivada por el neo-leninismo de quienes siempre insisten que la falta de organización es la causa del fracaso de todas las insurgencias. Sin embargo, tal vez el problema no sea la organización, sino la posibilidad de pensar un movimiento capaz de multiplicar espacios de conflicto y autonomía por fuera de la forma estatal.


Imagen de portada, Marion Vacca, Gilets jaunes, colère noire, France, 2023. www.marionvacca.com / @marion_vacca

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