La emergencia consolida la crisis. Lo hace, tanto en el plano económico como en el político. Desde el año 2008, con la crisis subprime1La crisis subprime, es el nombre que se ha dado a la crisis financiera iniciada en 2008 en EE. UU. y Europa, por la sobrevaloración especulativa de activos inmobiliarios [Nota de los traductores], los dispositivos neoliberales de gobierno consolidan su tecnificación y retirada del control democrático. Los grupos operativos de economistas, técnicos, expertos –y, ahora, de virólogos, epidemiólogos y demógrafos-, se instalan para tomar las decisiones de políticas que recaen sin autorización sobre los individuos, y cuya legitimación descansa en el carácter de emergencia de su actuar.
Con la excusa de la crisis de 2008, se organizó una estabilización autoritaria del neoliberalismo. En la actualidad, la tentación autoritaria a escala global es, quizás, aún más fuerte. Por ejemplo, Orban, en Hungría, se ha dotado de plenos poderes, exactamente como lo hizo al reformular la legislación laboral hace sólo unos años. Emergen tentaciones autoritarias en la India, en Ecuador, en los Estados Unidos, allí donde no es inmediatamente operativo el negacionismo fascista-liberal de Bolsonaro o Piñera, con el que han sido tentados Trump o Boris Johnson. Y no es difícil imaginar que, incluso en Europa –donde se han producido señales evidentes en esta dirección–, se implementarán modelos autoritarios para el gobierno de la crisis y la remodulación del derecho, amparados en tecnicismos y procedimientos de experticia neutral, no tan sólo en dirección al control digital de la distancia social, sino que también en el campo del trabajo: la reestructuración de la semana laboral, el retorno obligado, la cancelación de las vacaciones, o el incremento de los ritmos, serán medidas compensatorias ante la pérdida forzada de plusvalía absoluta y relativa.
Las exigencias de producción apremian. En Italia, en las redes asincrónicas de gobierno de la crisis, antes que las autoridades regionales cedieran al chantaje de los empresarios industriales en muchas zonas productivas, estos habían eludido el cierre, forzando el dispositivo de consentimiento silencioso de las prefecturas2Órgano de poder policial, representante del Ministerio del Interior italiano, con poderes gubernamentales sobre las provincias [Nota de los traductores]., para reanudar con ello el trabajo. La apuesta malthusiana –consistente en integrar una tendencia a un determinado límite– no fue tan sólo perseguida por quienes pretendían propagar el virus para lograr la inmunidad de rebaño en la población, sino también, por quienes imaginan una masa de ilotas3Esclavos de Esparta en la antigua Grecia [Nota de los traductores] trabajando para reproducir los volúmenes de consumo y de ingreso de la masa de aislados, en el contexto de una normalidad trazada en términos algorítmicos y estadísticos, basada en la circulación del riesgo.
Cuando no se invierte literalmente en el corazón de las tinieblas4Alusión a la novela corta de Joseph Conrad, Heart of Darkness, publicada en 1902 [Nota de los traductores]. homicidas y necropolíticas de una soberanía a la que no se renuncia, cuando se trata de migrantes abandonados en el mar, sean cuales sean sus credenciales, la cifra biopolítica del liberalismo (“hacer vivir o dejar morir”) significa trazar y rediseñar el sistema de jerarquías y estratificaciones de clase, a través de las cuales se reproduce el sistema de valorización del capital, dejándolo fluir sobre el lubricante de una responsabilidad encomendada a los gobernados.
Una población en cuarentena –un dispositivo inventado entre Venecia y Marsella en el siglo XIV, reactivado hoy en clave digital y posmoderna–, bajo encierros modulares que reproducen diferencias, chantajes, y consolidan desigualdades y perímetros fractales. Una imagen de la inmovilización de las estructuras de articulación de la relación de capital, fotografiada por drones y helicópteros persiguiendo runners y proletarios en fiestas sobre los tejados de las viviendas populares, y que devuelve a los cobertizos a los endeudados que piden trabajo, porque el salario es la única medida de su inserción en el circuito de la ciudadanía diferencial; aislados y solos, en exceso, porque los cuerpos no pueden “reunirse” [assemblare]5Sandro Chignola apunta en dirección al vocablo “assemblage” presente en Judith Butler, Michael Hardt y Antonio Negri [Nota de los traductores]..
La crisis reactiva el código entre lo normal y lo patológico. Nos dicen que la pandemia es una crisis que se propaga hasta que las estadísticas no hablen de una vuelta a la normalidad. Esta normalidad es el problema. En la lógica de la normalización neoliberal, son normales las desigualdades y jerarquías, los riesgos naturales e individuales, los costos sociales y singulares de las crisis. Normal es el panorama de patologías, accidentes y desastres ambientales, que las estadísticas y la demografía –con la gestión de expertos convocados para dar apoyo técnico a los responsables políticos– consideran compatibles con la reproducción y el incremento de los procesos de valorización del capital. La normalidad es un objetivo imposible de alcanzar, mientras quienes la decidan sean técnicos para quienes lo patológico es sólo el otro lado, numérico, de un proceso que se trata de gobernar reafirmando una rígida, pero “natural”, matriz binaria y distributiva.
El viviente es normativo, escribió George Canguilhem en los años 1950. Valer, “mantenerse saludable”, significa instituir normas, imponer valores, como ya había sostenido Nietzsche. La vida es esa actividad polarizada en contraste con el ambiente que se siente o no se siente normal –es decir, en condiciones de salud o de normalidad–, dependiendo de si se siente o no en una posición normativa. No pueden ser expertos o gobernantes quienes decidan qué es nuestra vida: cuándo se puede, o no, volver a una normalidad que, en cualquier caso, es imposible. Convivir con el virus –nos dicen que será una situación destinada a durar– significa ubicarnos en términos instituyentes respecto a la situación que traza su difusión o latencia, y no en la posición que nos han asignado en cuanto simples terminales pasivos de la acción gubernamental.
Es en esta apuesta instituyente que vale la pena construir colectivamente una nueva agenda política multitudinaria y “comunista”. Quedarse en casa ciertamente ha significado cuidar lo común de la relación; responder –este es el sentido del término responsabilidad– al riesgo de que el contagio se multiplique. Sin embargo, cuidar lo común también significa volver a discutir las políticas que han destruido la salud y el Welfare, condenando a muerte a hombres y mujeres, incluso entre aquellos que insisten en llamarlos héroes después de haberlos enviado al matadero6Alusión al personal médico de la red de salud italiana [Nota de los traductores].. Cuidar lo común requiere volver a poner en discusión las políticas urbanísticas y sociales llevadas a cabo en las últimas décadas en ciudades y áreas metropolitanas donde, en toda Europa, América Latina o EE. UU., los niveles de mortalidad y contagio aumentan y se aceleran en los suburbios y barrios populares. Cuidar lo común, significa abordar el gobierno neoliberal de los territorios en los diversos niveles que lo organizan, al interior de los cuales se han fijado las tasas de las rentas y las de extracción del valor que parasita la cooperación multitudinaria y obrera del trabajo vivo. Cuidar lo común significa atacar por adelantado el mando del capital en la crisis económica que caracteriza al indefinido post- de la pandemia.
Hace años, Jean-Luc Nancy introdujo el término ecotecnia7Nancy Jean-Luc (2002). Note sur le terme «biopolitique». In La création du monde ou la mondialisation. Paris: Galilée, pp. 134-143. La versión española, corresponde a Nancy, Jean-Luc (2003) Notas sobre el término «biopolítica». En La creación del mundo o la mundialización. Barcelona: Paidós, pp. 115-120 [Nota de los traductores]. para designar el marco de gestión técnica de la vida y del ambiente en el que se reproduce. El término me parece adecuado hoy, no sólo para indicar la proliferación de poderes y autoridades que estructuran un dispositivo móvil y en configuración para el gobierno de la crisis, sino también para designar la “máquina” que atrae la vida y le extrae valor, a lo largo del amplio intervalo que se extiende entre la enorme cuota de capital fijo de los laboratorios de bioingeniería farmacológica –reconvertidos en busca de la vacuna– y la inserción de tecnologías digitales en el cuerpo de las singularidades, que buscan rastrear sus movimientos con apps o administrar el trabajo en las plataformas digitales, doblegar su sentido de responsabilidad y cuidado en la formación a distancia escolar o universitaria, para finalmente combinarlo con las obligaciones y condiciones, a menudo imposibles, del teletrabajo. El problema no se establece entre la “vida”, más o menos desnuda, y la “política”: aquí el terreno es el de la confrontación, organizada y mediada por una composición técnica del capital en innovación acelerada, entre la vida instituyente y un ambiente de regulación sustraído irremediablemente –pero obviamente siempre ha sido así cuando se trata de biología– a su control.
La cooperación y el cuidado de lo común reside en esta asimetría entre quienes son impulsados y quienes deben encontrar su propia fórmula de organización. El virión nos recuerda que no existe un afuera de la relación del capital, al igual que no hay “naturaleza” o “ambiente” que proteger como si fuese un tierno objeto de cuidado. La vida está atrapada polarmente en el ambiente y el ambiente está totalmente condicionado y reestructurado por tecnologías bajo el control de las cuales se trata de iniciar una batalla política.
Lo que se encuentra en cuestión es la vida y la movilidad de cada uno, la reapropiación y la reinvención de un Welfare de lo común, una vida digna en suburbios y barrios, volver a ocuparnos de la supuesta “neutralidad” de la técnica, el derecho de insubordinación al distanciamiento social, sobre todo, cuando se lo utiliza para prevenir la acción colectiva y la conjugación multitudinaria y asamblearia de la singularidad. En términos más generales, la pregunta es, si incluso en la farmacología y la innovación tecnológica –necesarias para intervenir en la crisis del Covid-19 y en las que vendrán– la ganancia o la especulación financiera debieran necesariamente involucrarse, como ya lo señalan las fake news que ponen a competir entre sí a terapias o medicamentos producidos por empresas que cotizan en la bolsa o en software houses8Compañías de software [Nota de la Traducción], cuyos capitales prometen duplicar su valor.
Por esto, el uso de las plataformas sólo puede ser interlocutorio y preliminar. Debe tener un uso no sustitutivo y, en cualquier caso, provisorio. De todos modos, tendremos que salir de nuestros hogares. Y será bueno hacerlo con ideas y palabras que estén a la altura del desafío y las tareas que enfrentamos.
Traducción del original en italiano autorizada por Sandro Chignola
Imagen: Sebastien Shahmiri, Train de Marchandises No.07