Claudia Calquín Donoso, La imaginación al poder: niñ@s y tecno-revolución

(una crónica de la revolución de octubre)

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Santiago de Chile, Octubre del 2019, 15 horas de un día viernes singular. Escribo desde mi despacho algunos emailes a mis colegas de Temuco, Barcelona  y ciudad de México. Todo es tranquilo, salvo las redes de conexión a internet de la Universidad, que han estado con más problemas de lo normal. Tomo un descanso, salgo de mi despacho, enciendo un cigarrillo y un grupo de estudiantes agitados y claramente afectados por bombas lacrimógenas me advierten que masas de niños, niñas y adolescentes han iniciado una revuelta consistente en evadir el pago de los servicios del metro subterráneo, nada indica que 10 días más tarde esta evasión, decantará en una grave crisis social y política. Las redes sociales poco a poco comienzan a plagarse de noticias y posteos de una movilización estudiantil inédita y que ha comenzado con ese acto de desobediencia civil también inédito. A estas alturas la evasión se ha transformado en una consigna de una multitud indignada dispuesta a acabar con el símbolo de la modernización chilena y abrir las puertas  a todo aquel que no pueda pagar.

En cuestión de horas, el gobierno decreta el cierre del transporte subterráneo y con ello, la imposibilidad de miles de chilen@s trabajadores en su mayoría, de llegar a sus hogares; cuatro horas después, el caos inunda la ciudad. Camino rumbo al patio y desde el cual veo la calle. Me percato de que avanza  una columna de cientos de personas que caminan aceleradas y preocupadas con dirección poniente. El pueblo endeudado, los trabajadores cognitivos, las amas de casa, los viejos pensionados, los migrantes así como millones de personas precarizadas y dependientes del transporte público, gritan el malestar y la rabia que con el paso de las horas se transformará en fuego que consumirá poco a poco los espacios del capital: centros comerciales, supermercados, locales de comida rápida, cadenas farmacéuticas y también, sitios de gobierno, mientras niños, niñas y adolescentes convocan a nuevas jornadas de sabotaje a través de las redes sociales y cadenas de wasap.

Pese a la emoción que invade mi cuerpo y mis ojos frente a las noticias de los estudiantes, vuelvo a mi sujeto cerebral, el nombre con el que he bautizado un programa de investigación crítica en el que quiero develar los mecanismos neuro-moleculares de producción de sujetos infantiles. Escribo sobre un proyecto de control bioplítico creado en los años 90s en Estados Unidos, e impulsado por George Bush padre, en medio de los ataque a los territorios iraquí. A este proyecto se le llamó el Plan Década del Cerebro en el que Bush y otros líderes políticos asociados al partido republicano proclaman como desafío para el siglo XXI, el fomento y financiación de la investigación científica del cerebro. Este plan llega a Chile a comienzos del 2000 por medio de programas de estimulación cerebral dirigido a los niños/as más pobres del país bajo la supuesta demostración de la interacción entre los campos de la genética, las experiencias tempranas y el ambiente en el desarrollo de las funciones cerebrales. Así, el problema de la cantidad y calidad de las conexiones neuronales se convierten en problema de estado y vendrá colmar de apariencia de cientificidad las ideologías neo-liberales del capital humano.

En medio de estas utopías de ingeniería y manipulación cerebral no logro aun, magnificar el carácter de esta nueva movilización estudiantil. Navego en la web tras experimentos neurocientíficos a la vez que clickeo las páginas de los diarios alternativos para saber en qué va esto, esto que ya  algunos comienzan a llamar Revolución. Abro una nueva ventana en mi ordenador portátil que me lleva esta vez a la web de una revista científica española: la Revista iberoamericana de automática e informática industrial editada en la ciudad de Madrid, y a un texto compuesto por palabras e imágenes de alta resolución que simulan un cerebro infantil y por medio del cual se presentan los resultados de un experimento en el campo de las neurociencias cognitivas y llevado a cabo con realidad virtual.

Mis redes neuronales y conexiones cuerpo-bites viajan y navegan por el espacio de la red al laboratorio del Centro de Automática y Robótica de Madrid y a las esperanzas tecnológicas de niños y niñas con parálisis cerebral bilateral transformados sujetos exprimentales, y atendidos en el Hospital infantil de la ciudad, que lleva el sugerente nombre de Niño Jesús. Pienso en los niños y niñas de Chile, en aquellos que están siendo reprimidos con bombas químicas que los medios periodísticos insisten en llamar, dispositivos de disuasión. Pienso en mis hijos, en las nuevas generaciones que han nacido y se ha intentado hacerse  sujetos en lo que para muchos  sigue siendo el laboratorio neoliberal. También pienso en no hay poder sin resistencias.

Las interfaces entre máquinas virtuales, protestas callejeras, sueños revolucionarios de infancias conectadas, teorías neurocognitivas, promesas de tratamiento y relatos de salvación cristiana no me dejan indiferente. El uso de la realidad virtual y de los videos juegos no son novedad en la gestión de la vida y la muerte. Estrenados como armas de guerra en los 90s en los cielos abiertos de Irak y usados por las Fuerzas especiales chilenas para entrenar a sus miembros, viajan a este espacio higiénico y cerrado del laboratorio madrileño; el nombre del hospital inevitablemente me conduce al año cero cristiano y al nombre de un niño pobre, futuro adulto y salvador de nuestro mundo, que vuelve 2000 años después entre cables, imágenes de alta resolución, EGC y científicos, mientras el tiempo de la infancia cobaya, anónima, inmovilizada y paralizada transcurre, esperando el milagro del movimiento.

El experimento consiste en aplicar un tratamiento basado en un juego de realidad virtual, cuyo fin es guiar la actividad mental de los niños. El entorno virtual consta de 22 obstáculos diferentes ante los que el niño/ avatar se detiene y desaparecen si el niño se relaja. Una vez que desparece el obstáculo, se le indica que imagine el movimiento de sus piernas iniciando la marcha; pasados 3 segundos, el avatar reanuda automáticamente la marcha. La situación se repite cada vez que aparece un nuevo obstáculo. La actividad cerebral es cuidadosamente medida por medio de EEG. En el primer intervalo de 3 segundos se captura la señal EEG para el estado de relajación, en el segundo para el estado de preparación de la imaginación y en el tercer intervalo, para el estado de imaginación del movimiento. Los resultados obtenidos del análisis de su actividad electroencefalográfica, muestran que, pese a las diferencias, todos los niños son capaces de emplear la imaginación motoraen una tarea de marcha, indicada por la presencia del fenómeno ERD (Event Related Desynchronization) en zonas corticales motoras, independientemente de su nivel funcional y de los miembros afectados. El experimento concluye, que la estrategia para imaginar, basada en realidad virtual, produce la excitación cortical de la zona motora relacionada con la marcha. Dicha excitación, sincronizada temporalmente con la retroalimentación visual del movimiento en un entorno virtual inmersivo promueve la facilitación asociativa de las vías eferentes de la corteza cerebral a los músculos, por lo que es posible afirmar, un efecto neurorrehabilitador de la realidad virtual. Me es inevitable evocar una de las tantas frases del mayo del 68 que conocí en los 90s, esa que hablaba de la imaginación al poder.

Con este final de salvación científica, cierro mi ordenador. Las bombas lacrimógenas han llegado a los patios de la universidad y las noticias hablan del temido estado de excepción. Pienso nuevamente en los niños, niñas  y adolescentes, pero esta vez pienso en su imaginación y en los resultados de este experimento y en aquello que estos científicos no han querido ver: que la imaginación impulsa el movimiento, que esta revuelta es resultado de una nueva imaginación política impulsada por las infancias que resisten, entre juegos de Pokemón Go, musica trap, youtubers y por supuesto, promesas de salvación tecnológicas. Camino por la Alameda de las Delicias atiborrada de escenas de evasión, sabotaje, violencia popular  y sobre todo de niños y niñas. Mi teléfono me indica que ha entrado un mensaje de wasap en el que una querida amiga me dice: este país despertó del sueño neoliberal y un símbolo de fuego. Le respondo: ¡qué felicidad! ¡Tenemos que hacer algo!, a lo que me responde: “sí,  pero antes debes hacerte de un proton mail signal


Imagen: murallas de Paris, Mayo del ´68.